Mi primer encuentro con un psicólogo de verdad en consulta fué hace algunos años cuando había una situación con uno de mis hijos (de la cual no voy a entrar en detalles para respetar su privacidad aunque este blog sea toda una ironía de eso) en la que había llegado a un punto de sentirme perdida y sin saber qué más hacer. Sentía que no podía comunicarme de la manera correcta y no podía llegar a esta personita que necesitaba mi ayuda. 

Así que después de varios intentos diferentes de tratar de resolver la situación, cuando ya estaba desesperada, ni tarde ni perezosa fuí al psicólogo, bueno de hecho fuimos la personita en cuestión, mi esposo y yo. Necesitaba saber en qué la estaba cagando y aprender a manejar el problema de la manera correcta y no por la cola como parecía que lo estaba haciendo, porque si un niño tiene algún problema es muy probable que sea porque hay algo que sus papás no están haciendo bien, o no lo están haciendo de la manera que esa personita necesita que lo hagan. 

Tal vez suene muy exagerado, aunque cómo van a saberlo si ni les he dicho la situación, y la verdad no era grave, pero cuando se trata de mis hijos me pongo más clavada con eso, digamos que me cuesta trabajo aplicar la filosofía de "al rato se le pasa" cuando he visto como las familias crecen con resentimientos, problemas de comunicación, etc. porque no supieron lidiar con alguna situación que tal vez ni era tan grave y la dejaron pasar pensando que sola se iba a solucionar y no es así. 

Después de esa vez he tratado de asistir al psicólogo con regularidad para no volverme loca con esta tarea de ser madre, pero de eso les contaré más en otra ocasión. 

Y así fue la historia de como mis hijos conocieron lo que es un psicólogo, un ratón que con una pluma nos puede ayudar a volar. Gracias queridos psicólogos.