El placer culposo de una siesta de verano

viernes, julio 13, 2018


Desperté con los pliegues de la colcha marcados en mi cachete y un sentimiento de culpa pegado en la consciencia. 
¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? ¿Qué hora es? ¿Dónde están los niños?  
Respiré aliviada cuando los vi dormidos a mi lado. Habíamos dormido dos horas seguidas en medio de una tarde cualquiera. Ya sé, eso no es de una mamá-luchona-multitask-levantadora de imperios, pero no pude resistirme al verano. Su tarde calurosa y el zumbido del ventilador encendido en la velocidad más alta, me arrullaron y caí dormida sin poner alarmas, ni preocuparme si en la noche tendríamos sueño o no. Fue delicioso y más placentero que escuchar a mi esposo decir “Yo lavo los platos”.

Aún así, me levanté mirando a todos lados como para asegurarme que nadie hubiera visto, pero ahí estaba, un mensaje pendiente de mi esposo. ¿Qué hacen?– preguntaba. Podía sentir todas las letras de esa pregunta juzgándome.
Un poco avergonzada me pregunté si debía decirle la verdad o inventarle algo, aunque ya habían pasado 30 minutos desde que había mandado el mensaje y era muy probable que ya lo sospechara. ¿Qué sentirá si le digo que estuvimos dormidos mientras que él esta trabajando arduamente en horario de oficina con la opción latente de horas extras? 
Le dije la verdad – Nos quedamos dormidos y nos estamos levantando. 
Dichosos ustedes – Me contesta. 
Y esa frase, aunque era verdad, me hizo sentir más culpable. Tal vez debería estar buscando más proyectos freelance aprovechando que ellos duermen, limpiando más cosas, haciendo más mandados, algo que me haga tener mis días más ocupados para cumplir con el estándar de productividad de un adulto responsable madre de familia-luchona-triunfadora.

¿Pero para qué lo haría? ¿Para complacer a los demás? ¿Para sentir que valgo como mujer para los demás? ¿Para ganarme el título?
Hemos convertido a la mujer - madre en esta figura mitológica que debe ambicionar el mundo como conquistador, amamantar a las crías como diosas de la fertilidad, pelear incansables por las causas como guerreras, permanecer en vigilia cuidando a los demás como monjas, buscar un lugar para encontrarse con ella misma, y si alcanza el tiempo, abrir las piernas para tener un poco de placer después de un día tan ajetreado. ¡Uff! Tal vez por eso me dormí tanto.
Si tomarme la vida más relajada, sin tener llenos todos los días con mil cosas qué hacer, solo para poder decir que tengo mil cosas que hacer cada vez que me lo pregunten, significa renunciar al título de mamá-luchona-corredora de maratones, puedo vivir perfectamente con eso. Seré solo una mujer que disfruta de ser madre y tomar siestas de dos horas de vez en cuando con sus hijos y que aún así puede ser una gran mujer.

Entonces, la parte de sentirme culpable de disfrutar ya estaba arreglada en mi consciencia, pero el tema de mi esposo trabajando arduamente mientras yo disfruto la vida, seguía molestándome como callo después de haber bailado toda la noche.
Así que, cuando llegó exhausto de su día quise platicar casual sobre el tema, sin sospechar que me respondería cual Deepak Chopra, diciéndome con la serenidad que solo tiene cuando le acaban de depositar, que cada quien tiene sus momentos para disfrutar dentro de su rutina diaria. Que de hecho a veces se ha sentido igual, por ejemplo, cuando le toca viajar a algún lugar nuevo y turístico por trabajo y nosotros nos quedamos aquí. Y ese pensamiento lo libera de la culpa para disfrutar lo que puede. Porque está consciente de lo que nos esforzamos cada uno en nuestro rol. ¡AMÉN!
Tenía sentido y se la compré. Por fin respiré aliviada sin rastro de culpa en mi consciencia. Obviamente las siestas sin culpa ya se han vuelto parte de nuestra rutina de verano después de eso.

Así que si estabas sintiendo culpa por pasar las vacaciones en pijama la mayoría del tiempo, por ver mucha tele, aunque sean programas infantiles, por divertirte mucho con tus hijos, por enlistar parques, lugares que visitaste o postres que comiste en vez de todas las cosas que siempre dices que tienes que hacer, espero con este post liberarte de ella y que disfrutes tu verano sin culpas. ¿Para qué son los veranos sino para disfrutar?

Como bien dijo mi esposo: dichosa yo, y nunca hay que sentir culpa de ser dichosa, hay que disfrutarlo.

Por eso yo voy a disfrutar y aprovechar sin remordimiento los días donde no hay nada que hacer, porque es raro que vengan en manada. Disfrutar dormir si tengo sueño y puedo, porque realmente es algo que disfruto mucho.  
Llegará un tiempo donde tal vez esas siestas ya no sean posibles, y quien sabe, tal vez en ese momento se me antoje levantar un imperio. 

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