La tribu de tías de Monterrey

martes, octubre 22, 2019

Cuando eres de Monterrey, es muy probable que tengas parentela de más. No sé por qué, pero nos gusta hacer parientes a todos.

Esto lo aprendí de niña, cuando de repente a mis amigas les salían primos de todos lados. Somos primos de cariño, me decían. ¿Primos de cariño? ¿Qué demonios es eso? Nunca vimos eso en el árbol genealógico de la tarea. Para una persona como yo, que la lógica juega un papel importante para entender todo, y que siempre quiere entender todo, esto siempre me alteraba los nervios. Estos primos de cariño resultaban ser sus amigos de la escuela cuyas mamás se habían convertido en amigas también, o los amigos que hicieron por ser hijos de las amigas de su mamá, ¿se entiende? Si no lo entiendes, no te preocupes porque de todos modos no tiene mucho sentido, pero la regla básica es: “los niños son amigos y los papás también”.

Una vez que me explicaban el significado de este término, lo único que pensaba era: pero ya hay una palabra para eso, se dice amigo o amiga. No tienes que inventar otro término raro que solo confunde a todo el mundo haciéndoles creer que tienes una familia inmensa y tal vez seas del Opus Dei o algo así. En fin, la cosa no acaba ahí, porque si les dices primos a tus amigos, era lógico que a sus mamás les dijeras: tías. Me rindo *se levanta y tira la mesa.

Después de un tiempo aprendí a vivir con esta costumbre regia, no me molestaba que le dijeran tía a mi mamá, pero la verdad yo nunca pude decirle tías a todas las mamás de mis amigos, solo lo logré con una o dos. Simplemente no me salía, y cuando lo hacía sentía que sonaba tan raro, como si tuviera problemas léxicos para decir esa palabra. Lo sé, no soy una regia normal.

Pero todo cambió cuando tuve hijos, y ellos comenzaron a tener amigos regios. Sus amigos regios, tenían papás regios que se convirtieron en nuestros amigos también. ¿Ven el patrón? Fue solo cuestión de tiempo para que un día, en una de nuestras famosas carnes asadas, una de las mamás le dijera a su hijo las palabras que me condenarían para siempre: “dile a tu tía Elena que si te puede pasar un vaso”. En ese momento sentí como todo cambió, me había convertido en una de esas tías. Se me había dado el título, así casual, sin preguntarme si lo quería y sin poder dar vuelta atrás. De pronto pasar un vaso se sentía como una gran responsabilidad. ¿Cómo pasa un vaso una tía? ¿Le tengo que dar un beso en la frente cuando se lo dé? ¿Tengo que empezar a hablar como Marlon Brandon ahora? “We are family now”.

Por supuesto, mis hijos adoptaron esta costumbre en 2 segundos. No paraban de decirle tías y tíos a todos los papás de los amigos con los que convivíamos. Fue entonces cuando entendí todo. Verlos llamar tías a las mamás de sus amigos, que también son mis amigas, es una sensación reconfortante. Porque en Monterrey, que te llamen tía sin tener un lazo de sangre de por medio, significa que has ganado un nivel de confianza que no cualquier mamá tiene. Tal vez ni siquiera una tía de sangre lo tenga. Significa que otra mamá confía que su hija o hijo va a estar bien contigo, y por eso no duda en hablarte cuando tiene una emergencia y necesita que te lleves a su hijo a tu casa, mientras ella la resuelve. Significa que tus hijos se sienten seguros con esas mamás, tan seguros que no les da pena pedirles dinero para snacks. Significa que no estás sola.

Así es como las madres regias entre playdates, cafés y carnes asadas, tejen su red de soporte, de sororidad.

Las mamás de Monterrey cuando hacemos tribu, nos convertimos en tías. Así que, si alguien te dice tía alguna vez, sin tener ningún parentesco real, considérate afortunada. Porque aunque suene confuso, ahora eres parte de la familia, de la tribu y nos vamos a cuidar entre todos.

You Might Also Like

0 comentarios

Google Analytics

Pin embed

Subscribe