De los momentos más tiernos como madre, es cuando mis hijos me regalan dibujos. Pero esta vez el dibujo que me entrega mi hija no se ve tan dulce como los que siempre dibuja. Aunque tardo unos segundos, me doy cuenta que es un dibujo de ella y yo. Asumo que la que está con cara enojada y rayitos saliendo de la cabeza soy yo, y ella es la pequeña que está con cara asustada y llorando. En el dibujo esta escrito “multa por”. No hace falta ser psicoanalista para darse cuenta que estaba siendo multada por haberle gritado enojada esta mañana. Me río un poco, no lo puedo evitar; ella también se ríe. Después me lo tomo en serio, me disculpo por haber gritado y le explico que estaba cansada y la paciencia se me agota más rápido cuando eso pasa.

Luego de ver el dibujo, recuerdo las publicaciones que hay en internet con fotos de niños pequeños haciendo “berrinches” con leyendas como: “llora porque no puede pegar su galleta rota”– haciendo burla de la razón absurda del berrinche– y no puedo evitar pensar que, si mi hija pudiera, hubiera publicado este dibujo con alguna leyenda como: “Mi mamá grita porque no he aprendido a comportarme como un adulto”.

Sí, nosotros también hacemos berrinches, los hacemos cuando explotamos en el tráfico contra algún idiota que se tardó 2 segundos en acelerar cuando se puso en verde el semáforo, o cuando el del banco no nos quiere atender de la manera que queremos ser atendidos y nos largamos del lugar haciendo aspavientos y lanzando maleficios a la persona que solo está haciendo su trabajo.

Hacemos berrinches, pero nos gusta llamarlos diferente para que se oiga más adulto. Pero ¡Hey, no pasa nada! solo toma una siesta o come algo y recuerda esto la próxima vez que veas a un niño haciendo “berrinche”.