El romance que duró 8 años y medio

miércoles, marzo 30, 2016


Es la 1 a.m. en Monterrey y estoy en mi cama pensando en Guadalajara, tal vez tenga algo que ver que hoy vi la película de Brooklyn y me puso emocional. La extraño. Trato de recordar por qué quería regresar a Monterrey para sentirme mejor, pero vuelvo a pensar en Guadalajara.

Recuerdo cuando llegamos mi novio y yo, teníamos veintitantos, todo era nuevo, todo era aventura. La ciudad nos recibió con los brazos abiertos, gente fuera de casa con la que coincidimos y congeniamos, fiestas todos los fines de semana, vida nocturna como para no aburrirse nunca, viajes cortos de fin de semana que te recargaban el ánimo y las ilusiones, un trabajo con los mejores colegas que cualquiera pudiera pedir… la vida era relajada y todo estaba a nuestro favor.

Caímos en la seducción de la ciudad, íbamos por 2 años pero nos enamoramos de ella. Nos encantaba la libertad que sentíamos, no teníamos que rendirle cuentas a nadie, no había presión por mantener niveles sociales que la familia o la sociedad con la que crecimos nos exigía, nadie esperaba nada de nosotros y no esperábamos nada de nadie… por supuesto qué caímos y lo volveríamos a hacer. Después de un tiempo llegaron los hijos y nos volvimos personas “maduras”.  La ciudad siguió acompañándonos y estuvo con nosotros en todos esos momentos dulces ofreciéndonos sus parques, sus vías recreativas, sus cafés con juegos infantiles para convivir con los amigos, sus bazares hipsters, en fin, tenía su modo de hacer que olvidaras que había una vida nocturna que la gente disfruta y que tu alguna vez disfrutaste.

Los años pasaron, los niños crecieron y las cosas se enfriaron, no sabemos qué cambió, éramos felices pero algo faltaba, tal vez el trabajo y el estrés de criar una familia pudieron más, la rutina de las mismas calles recorridas día tras día nos volvió apáticos, no había tiempo de descubrir cosas nuevas, la gente que una vez nos abrazó ahora sólo nos daba likes por facebook, se volvió más difícil coincidir con nuestros tiempos y agendas, la magia de la relación se esfumó entre su ritmo de vida y el nuestro.

La decisión no fue fácil, nos dolió dejarla y decirle adiós, pero necesitábamos volver a la ciudad donde más hemos sido queridos, dónde nuestros hijos serían amados y apapachados como en ningún otro lugar, donde está la familia ¿será que en realidad no hay lugar como el hogar?  
Y aquí estamos otra vez, Monterrey nos recibió con una nueva cara pero con la misma esencia, con los brazos abiertos cómo lo esperaba, y aunque somos muy felices, a veces por la madrugada me acordaré de Guadalajara y lloraré. 

We'll always have Guadalajara.


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