En caso de sismo use la empatía

jueves, septiembre 28, 2017

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Esta semana mi entusiasmo ha estado luchando por salir del hoyo profundo que causó el sismo. Quiere agarrar ánimos por momentos pero vuelve a estar sin ganas de nada. El terremoto se sintió hasta mi casa en Monterrey, me movió todo dejándome escombros de preocupación, impotencia y tristeza que no he podido quitarme de encima. No soy quien para hablar de esto si no estuve ahí y no tuve ninguna pérdida, pero no puedo evitar sentirlo.

No me di cuenta qué tanto me había afectado el temblor hasta que un día, dejando a mi hija en la escuela, me dice con lágrimas en los ojos que olvidó la maleta con las cosas de su clase de natación. Normalmente yo hubiera reaccionado diferente, le hubiera dicho: “lo siento, tienes que ser más responsable la próxima vez y asegurarte de traer todo contigo”. Pero esta vez algo me pasó que decidí ir por la maleta a mi casa y volver para dejársela. Después de recorrer el doble de kilómetros pensando todo el tiempo si esto era buena idea, llegué a recepción con la señorita y me dice que no tienen permitido llevar nada a los niños que hayan olvidado. Yo no soy de hacer pleitos y reclamos a menos que lo crea muy necesario, así que solo me fui. En el carro me derrumbé y me puse a llorar desconsolada sin saber la razón. Después de un rato de desahogarme lo entendí, yo había querido ayudar en algo y no me lo habían permitido. Todas las ganas que había acumulado de ayudar las había reflejado en esa situación, y después de haber hecho lo que nunca hubiera hecho, no había logrado consolar a mi hija y que tuviera su clase de natación. Pensé en lo que debieron haber sentido todos los rescatistas que después de mucho esfuerzo sacaron cuerpos sin vida y lloré aún más. Ahí en el estacionamiento de la escuela mi espíritu colapsó junto con el de esos rescatistas.

He detenido mi vida como si hubieran levantado el puño en todo el país para guardar silencio de todas nuestras actividades. La peor parte es estar lejos sin poder hacer mucho físicamente. La empatía cuando no tiene una vía de escape, comienza a hacer cosas raras en uno. He hecho todo lo que he podido para ayudar a los damnificados desde dónde estoy esperando rescatar de pasada mi entusiasmo y poder seguir mi vida aquí y ahora, con mi familia sana y los días que siguen corriendo exigiendo mi parte, pero el sentimiento no se ha ido y no tengo idea cuando se irá.

Mi esposo dice que está bien que no se vaya del todo, que eso es lo que nos hace seguir ayudando y que la ayuda se seguirá necesitando. Y tiene razón, al final de cuentas sin empatía sería muy difícil lograr la ayuda que se necesita. Por eso decidí tratar de canalizarla de la mejor manera sin dejar que me afecte tanto, ya no estoy mucho en las redes sociales porque me ponen mal después de un rato, ahora solo veo lo que sirve y lo comparto. Seguiré pendiente de lo que se sigue necesitando cada día para ver que puedo hacer, porque definitivamente todavía falta mucho por hacer, muchos pueblos y ciudades que siguen afectados y a los cuales todavía no llega la ayuda, pero seguimos en pie ayudando en lo que se pueda.

Estoy orgullosa de todos los mexicanos y la empatía que han mostrado para solidarizarse con los afectados. Orgullosa de ser mexicana y pertenecer a este gran territorio de gente maravillosa. No hay más prueba de que nosotros tenemos todo para ser un país grande y humano.
Que nuestro espíritu no se derrumbe y siga en pie para ayudar y reconstruir un México más chingón. Septiembre no se ha acabado y ahora más que nunca debemos de gritar ¡Viva este México! ¡Que viva por siempre! 

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