Mis hijos no tienen amigos imaginarios, pero yo sí

martes, febrero 19, 2019


Aparecieron una mañana cualquiera en la que buscaba escuchar otra cosa que no fuera mi voz interior sobreanalizando todo. Y aunque las mañanas son los momentos cuando disfruto el hermoso silencio de estar sin niños, hay días que extraño el sonido de las voces y las conversaciones con adultos como las que se tienen en una oficina mientras tomas la segunda taza de café y procrastinas hablando de temas profundos o trivialidades. Esas voces y risas que ninguna playlist te puede dar.

Era solo cuestión de tiempo para que este vacío fuera llenado eventualmente por amigos imaginarios. Al principio solo acudía a ellos esporádicamente porque no quería encariñarme, pero era tan agradable su compañía, su conversación, sus chistes, que empecé a reunirme con ellos todos los días por las mañanas. Lo práctico de tener esta clase de amigos, es que no tenemos que esperar a que los planetas se alineen para coincidir en nuestras agendas, ni siquiera tengo que salir de casa, puedo convivir con ellos en pijamas, haciendo ejercicio, trabajando, bañándome, no existe el pudor entre nosotros. No tengo que hablar sino quiero, ni se molestan si los dejo hablando solos o les digo estupideces.

El único problema con mis amigos imaginarios es que no son como esos que crean los niños con su imaginación. No, esos al menos reconocen la existencia de su creador, los míos no, no tienen idea de que existo. Y eso es porque ellos realmente sí existen en algún lugar de este espacio-tiempo en el que, mientras yo escribo de ellos, ellos seguramente están grabando el siguiente podcast que escucharé yo y un montón de personas más al día siguiente. Todos enganchándonos a sus vidas con cada episodio, creyendo que, si nos conociéramos en persona, seríamos los mejores amigos, cuando en realidad seguramente no nos daríamos ni el saludo.

Así es, mientras que los niños crean amigos con su imaginación, yo le dejo ese trabajo a los algoritmos que dicen conocerme bien y siempre quieren resolverme la vida. Ya sean creadores de podcast, youtuberos o blogueros, tengo un montón de opciones para llenar mi vacío de voces y conversaciones “adultas”, pero solo son algunos los que llegan a ganarse el título de amigos imaginarios.

Realmente aún no decido si tener estos amigos me ayude a mantenerme cuerda o me acerque un paso más a la locura. Solo sé que a veces los niños necesitan amigos imaginarios para no sentirse tan solos en un entorno que parece no hablar su mismo idioma, y a veces las mamás también.


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